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viernes, 9 de enero de 2015

Rodolfo Walsh. A 88 años de su nacimiento

Rodolfo Walsh


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Rodolfo Jorge Walsh es reconocido especialmente por su lucha contra el terrorismo de estado, y por ser un pionero en la escritura de novelas testimoniales como Operación Masacre y¿Quién mató a Rosendo?, aunque también sobresalió como escritor de ficción.
Fue asesinado y desaparecido durante la dictadura militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983, integrando al día de hoy la lista de los desaparecidos.

Walsh, nació el 9 de enero de 1927 en Lamarque, provincia de Río Negro, Argentina.
Llegó a Buenos Aires en 1941 para realizar sus estudios secundarios, primero en un colegio de monjas en Capilla del Señor y después en el Instituto Fahy de Moreno, un colegio pupilo a cargo de curas de una congregación irlandesa, destinado a hijos de familias descendientes de esa nacionalidad. La experiencia en éste último le serviría posteriormente para ambientar tres cuentos que formaron el llamado "Ciclo de los irlandeses": Irlandeses detrás de un gatoLos oficios terrestres y Un oscuro día de justicia. Los tres cuentos fueron publicados en varios libros (El primero en Los oficios terrestres en 1965, el segundo en Un kilo de oro en 1967 y el tercero apareció en un volumen propio en 1973, con una entrevista hecha por Ricardo Piglia a modo de prólogo) pero han sido reunidos y publicados juntos en diversas ediciones. En la edición de los Cuentos completos hecha por la editorial De la Flor y al cuidado de Piglia se incluyó un cuarto cuento a la serie, El 37, publicado en 1960 en una antología de la editorial Jorge Álvarez bajo el título Memorias de infancia. Posteriormente cursó dos años de la carrera de Letras en la Universidad de La Plata, pero abandonó para emplearse en los más diversos oficios: fue oficinista de un frigorífico, obrero, lavacopas, vendedor de antigüedades y limpiador de ventanas . A los 17, había comenzado a trabajar como corrector en la editorial Hachette. Poco después hizo sus primeras armas en el periodismo, publicando artículos y cuentos en diversos medios de Buenos Aires y La Plata.
Hacia 1951 y hasta 1961 comenzó a trabajar para las revistas Leoplán y Vea y Lea, además de continuar en la editorial Hachette, ya desempeñándose como traductor. Por esos años publicó las antologías Diez cuentos policiales argentinos (1953) y Antología del cuento extraño (1956). Ésta última no fue reeditada hasta 1976 y recientemente en 2014 por la editorial Cuenco de Plata. Tanto las ediciones de 1976 como la de 2014 aparecieron publicadas en cuatro tomos.
En 1953 apareció su primer libro, Variaciones en rojo, que contiene tres novelas cortas de género policial, al que Walsh era especialmente aficionado por ese entonces, obteniendo el Primer Premio Municipal de Literatura de Buenos Aires. El libro está dedicado a Elina Tejerina, su primera mujer y madre de sus dos hijas, Victoria y Patricia. Años más tarde Walsh renegaría de éste libro.
En junio de 1956 se produjo un levantamiento militar contra el gobierno de facto que había derrocado a Juan Domingo Perón en septiembre del año anterior. El levantamiento fue rápidamente reprimido, y durante la madrugada entre el 9 y el 10 de junio nueve civiles fueron detenidos y posteriormente fusilados en un basural de José León Suárez ubicado sobre la ruta 4, al lado de un club alemán. Walsh presenció el levantamiento y los combates callejeros en La Plata, donde residía por entonces, pero no le dio mayor trascendencia. Meses después, en un bar que frecuentaba, un hombre se le acercó y le dio la primicia que cambiaría su vida: "hay un fusilado que vive".
Walsh logró identificar al sobreviviente como Juan Carlos Livraga, al que entrevistó, y por quien pudo saber que había otros sobrevivientes. Los meses siguientes fueron de un febril trabajo de persecución y búsqueda, interrogando a conocidos, vecinos y sobrevivientes. Walsh alquiló una casa en el Delta de Tigre bajo el nombre falso de Francisco Freire, y en unos meses escribió la primera versión de lo que luego sería Operación Masacre. El prólogo de la primera edición en libro evidencia las intenciones de Walsh de no dar por terminada la investigación una vez publicada:

"Esta es la historia que escribo en caliente y de un tirón, para que no me ganen de mano, pero que después se me va arrugando día a día en un bolsillo porque la paseó por todo Buenos Aires y nadie me la quiere publicar y casi ni enterarse".

Al fin, del 15 de enero al 30 de marzo de 1957, consiguió la publicación en el pequeño diario nacionalista Revolución Nacional. Luego, del 27 al 29 de junio, publicó nueve artículos más en la revista Mayoría de los hermanos Tulio y Bruno Jacovella, por cuya recomendación, Walsh se presentó en el Estudio Ramos Mejía donde funcionaba el semanario Azul y Blanco donde pidió hablar con el Dr. Marcelo Sánchez Sorondo quien dirigía esa publicación.
En diciembre de 1957 apareció la primera edición del libro, con el subtítulo "Un proceso que no ha sido clausurado", de Ediciones Sigla, sostenida por Jorge Ramos Mejía, propiedad de Sánchez Sorondo. En reediciones posteriores (1964, 1969, siete ediciones entre 1972 y 1974), Walsh fue rectificando datos, agregando y suprimiendo prólogos y epílogos, comentando el impacto del libro con el paso de los años, demostrando al mismo tiempo la evolución de su pensamiento, que fue virando cada vez más hacia la militancia política y alejándose de la escritura de ficción. En la actualidad, Operación masacre es considerada una pieza única de investigación periodística, precursora del "nuevo Periodismo" y considerada por algunos la primera novela testimonial o novela de no-ficción, anticipándose por diez años a A sangre fría del estadounidense Truman Capote, considerada fundadora del género en el ámbito anglosajón.

Walsh y su actividad política: 

Hasta 1957, la relación de Walsh con grupos políticos había sido casi nula. Entre 1944 y 1945 tuvo acercamientos a la Alianza Libertadora Nacionalista, un agrupamiento que el mismo Walsh caracterizó años más tarde como "la mejor creación del nazismo en la Argentina... antisemita y anticomunista en una ciudad donde los judíos y la izquierda tenían peso propio." Se sabe que también fue antiperonista y que apoyó en un principio el golpe de Estado que derrocó a Perón en 1955, algo que, por otra parte, Walsh siempre reconoció:
No soy peronista, no lo he sido ni tengo intención de serlo... Puedo, sin remordimiento, repetir que he sido partidario del estallido de septiembre de 1955. No sólo por apremiantes motivos de afecto familiar –que los había 6 -, sino que abrigué la certeza de que acababa de derrocarse un sistema que burlaba las libertades civiles, que fomentaba la obsecuencia por un lado y los desbordes por el otro. Y no tengo corta memoria: lo que entonces pensé, equivocado o no, sigo pensándolo…Lo que no comprendo bien es que se pretenda obligarnos a optar entre la barbarie peronista y la barbarie revolucionaria. Entre los asesinos de Ingalinella y los asesinos de Satanowsky”.
Walsh nunca adhirió al peronismo pero fue menos antiperonista después de octubre de 1956 en que firmó en la revista Leoplán de ese mes la nota Aquí cerraron sus ojos, laudatoria de los aviadores navales caídos mientras bombardeaban a resistentes peronistas durante la Revolución Libertadora.
En 1959 viajó a Cuba, donde junto con sus colegas y compatriotas Jorge Masetti, Rogelio García Lupo (a quienes conoció durante su paso por la ALN) y el escritor colombiano Gabriel García Márquez fundó la agencia Prensa Latina. Durante su estancia en la isla interceptó accidentalmente y logró descifrar, con sólo un manual de criptografía, las comunicaciones secretas entre la CIA y agentes en Guatemala sobre los preparativos para la invasión de Playa Girón, operación que terminó fracasando gracias a la labor de Walsh, quien también se infiltró en la base estadounidense disfrazado de sacerdote protestante por sugerencia de Massetti.
De regreso a la Argentina trabajó en la revista Panorama y ya durante la dictadura de Onganía, fundó el semanario de la CGT de los Argentinos que dirigió entre 1968 y 1970, y que luego de la detención de Raimundo Ongaro y el allanamiento en 1969 a la CGTA se publicó en forma clandestina.
En esos años publicó sus dos únicas obras de teatro (La granada y La batalla) y sus dos colecciones de cuentos más célebres: Los oficios terrestres (1965, que incluye el cuento "Esa mujer") y Un kilo de oro (1967). A partir de 1968, según escribió el propio Walsh, sus ideas sobre literatura y compromiso político se modifican sustancialmente, empezando a privilegiar al segundo por sobre la primera. Éste acercamiento al activismo militante culminaría en 1973 con el ingreso de Walsh al movimiento Montoneros, a pesar de que no adhería al peronismo.
Como resultado de este cambio en sus ideas, en 1969 publica ¿Quién mató a Rosendo?, una investigación sobre el asesinato del dirigente sindical Rosendo García. Walsh concluye que el responsable era Augusto Timoteo Vandor, secretario general de la CGT, y partidario de una política menos combativa y más concesiva con el gobierno militar que gobernaba en aquél entonces. Sin embargo, Walsh se sorprendió al enterarse de su asesinato.
Luego de esto siguió viviendo en "Lorelei", la casa que alquilaba en el Delta de Tigre, donde escribió la primera versión de Operación masacre y donde residía desde su regreso de Cuba (1961).
En 1967 conoció a Lilia Ferreyra, quien sería su compañera hasta su desaparición.

Militancia en Montoneros

A mediados de 1970, Walsh había empezado a relacionarse con el Peronismo de Base, brazo político de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Luego de una escisión, producida por diferencias políticas, un sector de esta organización se fusiona con Montoneros. En Montoneros su primer nombre de guerra fue “Esteban” y luego fue conocido como “El Capitán”, “Profesor Neurus” o “Neurus”.
Según Verbitsky, Walsh conoció a los hermanos Villaflor, sobre quienes escribió en “¿Quién mató a Rosendo?”, en la CGTA y, al principio, cuando le plantearon entrar en las Fuerzas Armadas Peronistas se negó.
En 1972 escribió durante un año en el Semanario Villero y a partir de 1973 en el diario Noticias junto a sus amigos Horacio Verbitsky, Paco Urondo, Juan Gelman y Miguel Bonasso, entre otros. Ese mismo año participa en la adaptación al cine de Operación masacre, dirigida por Jorge Cedrón, con la participación de Julio Troxler, un sobreviviente del episodio, interpretándose a sí mismo. La película fue filmada totalmente en la clandestinidad y fue estrenada un año más tarde.
En 1973 publica su tercera y última investigación en libro, el Caso Satanowsky, sobre el asesinato de un abogado por agentes de la SIDE por un conflicto de propiedad del diario La Razón. Aunque el caso y su posterior investigación por parte de Walsh tuvieron lugar entre 1958 y 1959, Walsh no publicó las notas en forma de libro hasta ese momento. Al mismo tiempo publicó el relato Un oscuro día de justicia con una entrevista hecha por Ricardo Piglia a modo de prólogo, en la que exponía su pensamiento político y su idea de que la escritura no puede desligarse de la militancia política. Walsh no volvió a publicar ficción por el resto de su vida, dedicándose plenamente a la actividad periodística y la militancia en Montoneros, movimiento al que ingresa ese mismo año.
En 1974 comenzaron las diferencias de Walsh con la dirigencia del movimiento, a partir del pase a la clandestinidad decidido por la misma. A finales de 1975 algunos oficiales, entre los que estaba Walsh, comenzaron a elaborar documentos afirmando que Montoneros debía "volver a integrarse al pueblo, separar a la organización en células de combate estancas e independientes, distribuir el dinero entre las mismas y tratar de organizar una resistencia masiva, basada más en la inserción popular que en operativos del tipo foquista".

ANCLA

El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas derrocaron a Estela Martinez, dando comienzo a lo que llamaron Proceso de Reorganización Nacional. La Junta Militar que asumió el gobierno aplicó estrictas medidas de censura sobre los medios de comunicación, intervino los sindicatos y emprendió una política de Terrorismo de Estado que implicó el secuestro, la tortura y la desaparición de unas 30.000 personas.
Ante la censura, Walsh creó ANCLA, (Agencia de Noticias Clandestina), y la "Cadena informativa" un sistema de difusión de información de mano en mano cuyas gacetillas decían en el encabezado:
"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información".
Tras su desaparición, la tarea fue continuada por Horacio Verbitsky hasta el año siguiente.

Muerte de su hija Victoria y de Paco Urondo

El año 1976 no sólo representó un cambio en la vida de Walsh por la instauración de otra dictadura y el pase a la clandestinidad, sino también por dos pérdidas muy significativas: la de su amigo, el poeta y también militante Paco Urondo y la de su hija Victoria.
Urondo fue emboscado y asesinado en Mendoza el 17 de junio de ese mismo año. En un texto que escribió relatando el hecho, Walsh criticó la decisión de la conducción del movimiento de enviar a Urondo a una zona que se sabía peligrosa:
El traslado de Paco a Mendoza fue un error. Cuyo era una sangría permanente desde 1975, nunca se la pudo mantener en pie. El Paco duró pocas semanas… Fue temiendo lo que sucedería. Hubo un encuentro con un vehículo enemigo, una persecución, un tiroteo de los dos coches a la par. Iban Paco, Lucía con la nena y una compañera. Tenían una metra, pero estaba en el baúl. No se pudieron despegar. Finalmente Paco frenó, buscó algo en su ropa y dijo: «Disparen ustedes». Luego agregó: «Me tomé la pastilla y ya me siento mal». La compañera recuerda que Lucía le dijo: «Pero, papá, ¿por qué hiciste eso». La compañera escapó entre las balas, y días después llegó herida a Buenos Aires… A Paco le pegaron dos tiros en la cabeza, aunque probablemente ya estaba muerto.
Rodolfo Walsh
En 2011 se supo que Urondo mintió cuando le dijo a su esposa que había ingerido la pastilla de cianuro; dijo eso para quedarse en el automóvil como blanco fácil de los policías, e incitarla a escapar con su hija de dos años. Urondo falleció por estallido de cráneo provocado por un culatazo de fusil que le propinó el policía Celustiano Lucero.
Apenas unos meses después, el 29 de septiembre, su hija María Victoria (su nombre de guerra era "Hilda", y "Vicki" para los familiares y amigos), oficial 2ª de la organización Montoneros, murió en un enfrentamiento con el Ejército, el día posterior a su cumpleaños 26 (fue llamado "El combate de la calle Corro"). Al verse rodeada y sin posibilidad de escape en la terraza de la casa, ella y Alberto Molina, el último sobreviviente, levantaron los brazos y tras un breve discurso que finalizó con la frase "ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir", tanto Alberto como Vicki se dispararon en la sien. En diciembre de ese año Walsh publicó un mensaje -en el que relata las circunstancias del hecho- llamado Carta a mis amigos. La carta termina con una reflexión:
En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota desde lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella, vivió para otros, y esos otros son millones. Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy quien renace de ella. Rodolfo Walsh
Su otra hija, Patricia, es una dirigente política argentina que llegó a ser diputada nacional por la coalición Izquierda Unida y actualmente se desempeña como diputada de la ciudad de Buenos Aires desde 2007.

Asesinato y desaparición

Walsh pasó sus últimos meses en una casa de San Vicente, dado que una de sus dos casas en el Delta (Liberación) había sido allanada por la Armada. A pesar de que no había vuelto a publicar ficción, se sabe que Walsh continuó escribiendo relatos al mismo tiempo que continuaba con su labor periodística, como Juan se iba por el río. Tanto éste como otros escritos inéditos suyos fueron secuestrados por personal de las Fuerzas Armadas cuando allanaron esa vivienda el mismo día de su asesinato, y no han podido ser recuperados. El 24 de marzo de 1977, al cumplirse el primer aniversario del golpe militar, Walsh terminó su última obra, la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, en la que denunciaba tanto los crímenes de secuestro y desaparición de personas como las consecuencias de las políticas económicas de orientación neoliberal aplicadas por José Alfredo Martínez de Hoz, que produjeron un aumento de la desocupación y la pobreza y destruyeron la industria nacional. La carta termina con una contundente y conmovedora afirmación de Walsh, consciente de que su publicación le costaría la vida:
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977. 
Apenas un día después, y poco después de enviar por correo las primeras copias de la Carta abierta en la Plaza Constitución (según narra su última mujer, Lilia Ferreyra, en el documental P4R+, Operación Walsh), Walsh fue emboscado y secuestrado. Las versiones afirman que el escritor había sido citado por un contacto en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, en el barrio de San Cristóbal, cuando el Grupo de Tareas 3.3. de la Escuela de Mecánica de la Armada, comandado por Alfredo Astiz y Jorge Tigre Acosta, bajó de un auto y le dio la orden de entregarse, pero Walsh se resistió, sacó el arma que llevaba (una pistola calibre 22 corto) y comenzó a disparar. Logró herir a uno de los atacantes, pero fue acribillado por una ráfaga de FAL y herido de muerte. Aun herido, fue subido al auto y secuestrado. Existen versiones que indican que Walsh disparó deliberadamente para no ser atrapado vivo, ya que la pequeña arma que portaba no era suficiente para un sostener un enfrentamiento armado. Testimonios posteriores de sobrevivientes señalaron haber visto el cuerpo sin vida de Walsh en la ESMA, pero no hay información exacta del paradero de sus restos, que al día de hoy permanecen desaparecidos.
Los integrantes del grupo que lo secuestró fueron juzgados por el secuestro y muerte del escritor. Los acusados, quienes según la Cámara Federal de Apelaciones “paseaban a secuestrados en automóvil” para identificar a Walsh, también llevaron a quien “cantó” esa cita que el escritor tenía en el lugar donde se lo secuestró. Ricardo Coquet, un sobreviviente que testificó ante el juez Torres, relató que uno de los imputados, el ex oficial Weber, le contó orgulloso:
Lo bajamos a Walsh. El hijo de puta se parapetó detrás de un árbol y se defendía con una 22. Lo cagamos a tiros y no se caía el hijo de puta.
La vida y obra de Walsh fue retratada en el documental P4R+, Operación Walsh (2000) de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y ha recibido premios nacionales (Cóndor de Plata a mejor videofilme, año 2000) e internacionales.
La personalidad de Walsh ha sido destacada en los ámbitos literarios como un caso paradigmático de la tensión entre el intelectual y la política, o entre el escritor y el compromiso revolucionario. No obstante, el mismo Rodolfo Walsh se consideraba un combatiente revolucionario antes que un escritor, y así lo manifestaba públicamente.
Después del retorno de la democracia en 1983 la editorial De la Flor publicó de forma póstuma textos, relatos y artículos inéditos y otros aparecidos en distintas publicaciones pero nunca reunidos en libro, en volúmenes como Cuento para tahúres y otros relatos policiales (1987) o Ese hombre y otros papeles personales (1995). En 1996 se publicó su obra periodística completa bajo el título El violento oficio de escribir, y en 2013 aparecieron sus Cuentos completos con un prólogo de Ricardo Piglia, que incluye relatos inéditos.

Proceso judicial por su desaparición

El 26 de octubre de 2005, fueron detenidos 12 militares, entre los que estaba el ex marino Juan Carlos Rolón, en relación con la muerte de Rodolfo Walsh.
El 17 de diciembre de 2007 el juez federal Sergio Torres elevó la causa a juicio oral, de la que quedó excluido como acusado el ex prefecto Héctor Antonio Febrés que falleció horas antes por ingestión de cianuro en hechos que requirieron una investigación.
El 26 de octubre de 2011, fue leído el veredicto por el Tribunal compuesto por los jueces Ricardo Farías, Daniel Obligado y Germán Castelli, luego de casi dos años de audiencias por los que declararon 160 testigos, 79 de los cuales eran sobrevivientes del centro clandestino.
El fallo se leyó ante una masiva concurrencia de militantes políticos y de organizaciones de derechos humanos, también ingresaron al Tribunal Federal Oral 5 el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde; el presidente del Consejo de la Magistratura, Mario Fera; el Secretario Letrado de la Corte Suprema, Alfredo Kraut, y la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
A medida que se comunicaban las sentencias, el público aplaudía y festejaba. La situación más tensa ocurrió cuando se leyó la sentencia a Astiz, quien fue condenado a reclusion perpetua. En ese momento, aumentaron los gritos en su contra, lo que motivó una leve sonrisa del ex militar que, además, se tocó la escarapela que llevaba en su saco.
Fueron también condenados a prisión perpetua: Jorge "Tigre" Acosta, Ricardo Cavallo, Antonio "Rata" Pernías, Adolfo Donda Tigel, Manuel Jacinto García, Oscar Antonio Montes, Alberto Eduardo "Gato" González, Jorge Carlos "Ruger" Radice, Néstor Omar "Norberto" Savio, Raúl Enrique "Mariano" Scheller, Ernesto Frimón Weber, y Ernesto Weber.
Además, fueron condenados a 25 años de prisión Juan Carlos Fotea y Manuel Jacinto García Tallada. Carlos Antonio "Tomy" Capdevilla deberá cumplir 20 años de prisión. Juan Antonio "Piraña" Azic: 18 años. Pablo Eduardo García Velasco, Julio César Coronel y Juan Carlos Rolón fueron absueltos.

Así escribía:

El intelectual en su trampa
Cuatro meses totalmente dedicado a la clase obrera, que lo aprecia a razón de veinte mil ejemplares por mes (el Semanario CGTA). Viendo, de todas maneras, pasar a mi lado a la gente, las mil cosas absurdas que suceden a cada rato en la calle, o divertidas en la casa, y también fatigosas en cualquier parte, viendo y pensando, eso, eso es lo que habría que contar. Sin tiempo para contar nada, sumergido, violando promesas, juntando arrepentimiento, y sabiendo que lo que hago está bien, apreciándome digo, en mi resolución, mi ascetismo, mi renuncia al bestsellerismo, al leonismo y toda la facilidad que brinda una Buenos Aires consumidora, brillante, fatua, finalmente aburrida”.
Rodolfo Walsh

Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.

El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.

Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está.
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.
El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.
Fragmento del relato "Esa mujer"
Ha llegado el momento. Lo señala un diálogo breve, impresionante.
–¿Qué nos van a hacer? –pregunta uno.
–¡Camine para adelante! –le responden.
–¡Nosotros somos inocentes! –gritan varios.
–No tengan miedo –les contestan–. No les vamos a hacer nada. ¡NO LES VAMOS A HACER NADA!
Los vigilantes los arrean hacia el basural como a un rebaño aterrorizado. La camioneta se detiene, alumbrándolos con los faros. Los prisioneros parecen flotar en un lago vivísimo de luz. Rodríguez Moreno baja, pistola en mano.
A partir de ese instante el relato se fragmenta, estalla en doce o trece nódulos de pánico.
–Disparemos, Carranza –dice Gavino–. Yo creo que nos matan.
Carranza sabe que es cierto. Pero una remotísima esperanza de estar equivocado lo mantiene caminando.
–Quedémonos... –murmura–. Si disparamos, tiran seguro.
Giunta camina a los tumbos, mirando hacia atrás, un brazo a la altura de la frente para protegerse del destello que lo encandila.
Livraga se va abriendo hacia la izquierda, sigilosamente. Paso a paso. Viste de negro. De pronto, lo que parece un milagro: los reflectores dejan de molestarlo. Ha salido del campo luminoso. Está solo y casi invisible en la obscuridad. Diez metros más adelante se adivina una zanja. Si puede llegar... La tricota de Brión brilla, casi incandescente de blanca.
En el carro de asalto Troxler está sentado con las manos apoyadas en las rodillas y el cuerpo echado hacia adelante.
Mira de soslayo a los dos vigilantes que custodian la puerta más cercana. Va a saltar...
Frente a él Benavídez tiene en vista la otra puerta. Carlitos, azorado, sólo atina a musitar:
–Pero, cómo... ¿Así nos matan?
Abajo Vicente Rodríguez camina pesadamente por el terreno accidentado y desconocido. Livraga está a cinco metros de la zanja. Don Horacio, que fue el primero en bajar, también ha logrado abrirse un poco en la dirección opuesta.
–¡Alto! –ordena una voz.
Algunos se paran. Otros avanzan todavía unos pasos. Los vigilantes, en cambio, empiezan a retroceder, tomando distancia, y llevan la mano al cerrojo de los máuseres.
Fragmento de Operación masacre

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